miércoles, 25 de noviembre de 2009

Besos de mariposa.

Una vez me dijiste que mi forma de ser se definía en un brillo labial rosa y un esmalte de uñas negro. Me dijiste que a pesar de mostrarme fría, por dentro soy un dulce. Me dijiste tantas cosas, y a veces me cuestiono, ¿Fueron mentira o verdad?
Me decías que yo hacía a todos creer en sí mismos, y yo no era capaz ni siquiera de creer en mí misma. ¿Era verdad? ¿Ayudé a los demás a creer en sí mismos? Genial, porque tú me ayudaste a desconfiar de mí. Me ayudaste a desarrollar ese pensamiento, porque si yo era taaaan genial, ¿Por qué nunca tuviste ojos para mí?
Me dijiste también, cuando caminábamos de la mano sin ser nada, que mi corazón tenía un latido especial. Eso fue porque estaba contigo, idiota... ¿Acaso nunca lo notaste? ¿Nunca sentiste como te miraba? Ni siquiera eso eras capaz de observar.
Ah, y un día, me dijiste que no irías de esa fiesta si yo no me iba contigo. ¿Para qué? Ese día no quería escucharte, no quería que me dijeras que mi mirada era vacía, que yo caminaba a tu lado pero en realidad mi mente se había quedado en mi casa. Ahora vivo así siempre, ¿Sabías?...
También me comentaste que yo era cerrada. Hey, te abrí mi corazón, y tú lo rechazaste, tú quisiste que las cosas fueran así. Por favor corrígeme si me equivoco. No, ¿Cierto? Aquí la culpa fue tuya.
Me dijiste que era como una rosa negra entre rosas rojas, así de inolvidable, así de única, y por siempre recordarías como mis pétalos se caían. Tú me los arrancaste, tú fuiste quién soltó mi mano para no regresar.
¿Qué soy como una mezcla de esperanzas y miedos? Sí, también me lo dijiste, ¿Y qué? ¿Acaso te importaron mis miedos? Sólo te importó destruir mis sueños, y ni siquiera eso. Los pisaste, te reíste en mi cara, y alimentaste mis miedos.
¿Fue sin intención?
Sin comentarios... aprende a discernir.
Y ese día... ese día. Me dijiste que mis besos eran como tomar una mariposa en tus manos. Delicados, dulces, y adictivos. Mencionaste que yo era como una mariposa, hermosa también dijiste. Pero que al igual que ellas, huía cuando alguien quería acercarse. ¿Cómo sabes eso? Ni siquiera intentaste acercarte a mí. ¿De qué huí? Si eso nunca existió.
Ah sí, ese día también me dijiste que yo merecía lo mejor, pero junto a otra persona porque ese amor tú no me lo podías dar. ¿Intentaste? Respóndete a ti mismo, no me interesa escuchar.
Cuando escribí que había perdido la esperanza, me dijiste que no dejara de creer. Cuando el vacío me parecía tentador, me dijiste que sin mí no vivías.
Dos semanas después, me tiraste el amor que te entregué en la cara. Mi corazón sangrante lo tiraste a la basura, y me dijiste que por siempre recordarías mis besos de mariposa y te marchaste.
Así, sin más.
Cuando exigí un porqué no me dijiste nada.
Cuando volví a exigirlo, me diste la misma estúpida, sucia, y falsa excusa. Que tú no podías darme ese amor. ¿Y te costaba mucho intentarlo? ¡Gracias!
Sé que ya no se gana nada, sé que llorando no podré traerte de vuelta, sé que odiándote no te arrepentirás, y sé que lamentándome no me amarás. Nunca me quisiste y nunca lo harás.
Ya sé que no gano nada, ni pretendo ser una señorita de los lamentos.
Me guardaré mis besos de mariposa para quién sí se los merezca.
Pero... ¿Sabes? El corazón roto no se cura con nada. Lo tengo temporalmente cosido, pero ambos sabemos que es mentira, si ese corazón te lo llevaste tú...

No hay comentarios:

Publicar un comentario