martes, 21 de septiembre de 2010

Oh soledad.

Vuelvo a caminar y ni siquiera dejo huellas. Es difícil expresarme luego de un rutinario día en la capital de un país tercermundista. Es difícil expresarse, esto endurece las palabras bonitas que podría llegar a decir.
He vuelto a la etapa de pensar que estoy sola y que siempre lo estuve. Es decir, no es que haya vuelto a pensar eso sino que he vuelto a descoser mis párpados para mirar a través de una finísima cortina de cristal. Estoy sola otra vez, y la última luz en apagarse será la mía cuando mis párpados caigan pesadamente atrapándome en un sueño sin fin.
El odio envuelve, la rabia alivia. ¿Sirve pensar que no me merecerían? Claro que no. Porque nadie merece algo tan mierda. Ellos hablan por mí y  me siento cansada. Creen conocer mi corazón. No saben lo que hay en mi alma, no saben lo que soy.



















Que a estas alturas ya no me interesa quién viene y quién va. A estas alturas... ya nada me importa. Sólo quiero vivir tranquila, ¿Es mucho pedirte, vida?

domingo, 19 de septiembre de 2010

Más de lo normal que nos hace falta.

Cualquier cosa de la vida por pequeña que sea nos puede sacar una sonrisa y hacernos por un instante más felices. 
Es más o menos el trasfondo de esta película, donde Amèlie Poulain te deja pensando en mil cosas. Si alguien no la ha visto, es una película muy sencilla y no tiene una trama compleja, al contrario, es bastante simple pero a su vez hermosa. Cuenta la historia de Amèlie, una personita que dedica su vida a hacer "felices" a los demás con cosas muy simples y pequeñas. Y realmente, te hace pensar. Porque a veces dar te hace sentir mejor que recibir. A veces esa sonrisa que no consigues teniendo todo lo que quieres, la puedes obtener entregando todo sin tener nada más que una sonrisa.
¿No es tiempo de cuestionarse? ¿No es tiempo de pensar un poco en corazones en una sociedad tan maditamente superficial? No todo lo que brilla es oro, ni lo que vale es dinero. No todo lo que lees es cierto ni lo que supones es falso, se debe aprender a discernir y a abrir el corazón...

miércoles, 8 de septiembre de 2010

Sin nombre.

Y entonces me pareció que tus ojos le habían robado el brillo a una estrella que se le olvidó salir esa noche. ¿Cómo brilla una estrella sin su luz? Tus ojos se la robaron por reproche, sin culpa y sin limitarse a pensar en cómo afectarían a la estrella que ya no podría volver a brillar. Y entonces tus ojos hablaban, y decían que necesitabas un abrazo fuerte y apretado, sin embargo temí errar en conclusiones y cometí el pecado de omisión. Y me habría gustado abrazarte, enredar mis dedos en tu cabello y haberte dicho que todo estaría bien, pero no puedo decirlo, no es así. No todo estará bien a menos que tú endereces el camino y decidas que las cosas vuelvan al lugar de origen. Y es así, como me habría gustado embriagarme con tu aroma para que sintieras mis latidos, más allá de un abrazo, una unión de almas. Una frágil y deshecha que le dice a una más fuerte que siga luchando. Es un tanto incoherente, pero la frágil también fue fuerte en su minuto. Y es así como los ojos son el reflejo del alma, es así como quisiste expresarte y yo lo comprendí. Es así como quiero darte mi fuerza, como quiero tomar tu mano con mi último suspiro y levantarte al esplendor que te pertenece. Es así como quiero que una sonrisa te cautive y te haga buscar la perfección a través de una terrenal conexión. Quiero que me mires y que sepas que si de mí dependiera, elevaría a cada triunfador a un punto más alto, a cada investigador a un nuevo descubrimiento, pero no te rindas corazón, no ahora, no cuando tienes todo para ganar la batalla. No te rindas a medio camino, que el destino te tiene deparadas cosas buenas y yo sólo quiero mostrarte que eso es así y que por lo tanto debes seguir el camino.
Háblame, desde una amistad que podría ir más allá pero los complementos son demasiados inseguros como para decidirse. Háblame y dime qué es lo que te atormenta, que si una estrella le dio su luz a tu mirada, yo puedo darte mi oxígeno y mi sangre para que tú sí alcances esa gloria que yo ya no logré alcanzar.