martes, 21 de septiembre de 2010

Oh soledad.

Vuelvo a caminar y ni siquiera dejo huellas. Es difícil expresarme luego de un rutinario día en la capital de un país tercermundista. Es difícil expresarse, esto endurece las palabras bonitas que podría llegar a decir.
He vuelto a la etapa de pensar que estoy sola y que siempre lo estuve. Es decir, no es que haya vuelto a pensar eso sino que he vuelto a descoser mis párpados para mirar a través de una finísima cortina de cristal. Estoy sola otra vez, y la última luz en apagarse será la mía cuando mis párpados caigan pesadamente atrapándome en un sueño sin fin.
El odio envuelve, la rabia alivia. ¿Sirve pensar que no me merecerían? Claro que no. Porque nadie merece algo tan mierda. Ellos hablan por mí y  me siento cansada. Creen conocer mi corazón. No saben lo que hay en mi alma, no saben lo que soy.



















Que a estas alturas ya no me interesa quién viene y quién va. A estas alturas... ya nada me importa. Sólo quiero vivir tranquila, ¿Es mucho pedirte, vida?

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