lunes, 19 de septiembre de 2011

Creo en ti.

A veces realmente quiero mandar a volar todo. Desaparecer. Perderme fuera de esta constelación. Debes marcar con sangre tu prisión. Es todo lo que puedo decir. A veces vives en ti demasiado tiempo. Tanto, que casi formas el mundo interior perfecto y le cierras las puertas al resto. Pero lo haces para ti, no para el que está al lado. Y de repente crees encontrar alguien que vale lo suficiente como para mostrarle tu interior y ¿Sabes? ¡No-lo-ha-gas! Tendemos a cometer errores. Y los errores se pagan caro. A primera vista, todos valen la pena. A segunda vista también... a milésima vista se nota quién vale y quién no. Después nos quejamos y nos sentimos traicionados pero ¡No! Es nuestra culpa. No nos traicionan, nosotros confiamos. Bueno, así me siento. Como la estúpida que confió creyendo que esta vez todo sería distinto. Nada es distinto nunca, todo es igual siempre. Mi ley: no confiar. Mi error: haber confiado. Todo se resume en ello. Todos los destinos atados en mi piel se pierden con cada respiro, con cada vez que inhalo pensando en si él piensa en mí como yo lo hago. Sé que no lo hace. Sé que mientras yo me desvelo esperando un mensaje él se divierte haciendo cualquier cosa. Porque nunca jamás mis destinos se atarán con los de alguien que me quiera. Porque quién me quiera no me es compatible, por tener distintas aspiraciones, distintas formas de vida. Creer por primera vez es normal. Por segunda también. Por quinta algo idiota, pero normal. Creer tantas veces ya es de retrasados. Y lo peor de todo es que aún sigo creyendo. Aún pienso que todo el amor que he entregado me será recompensado algún día y es así como aún creo en que él puede cambiar y es así como aún creo en ti. Patético pero cierto. Creo en ti... sé que este infierno de incertidumbre no puede ser para siempre.

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