martes, 15 de marzo de 2011

La inocencia del cadáver antes de convertirse en víctima.

Esclava de mi propio cuerpo y víctima de un crímen, víctima del pasado, marioneta del raciocinio. Te regalo todo lo que haya dentro mío, porque no hay nada que quieras tomar. Un convenio irrompible, pero nosotros no lo somos. Pareciera ser que todo es un crímen perfecto sin embargo el vidrio a pesar de ser sólido puede romperse. Una sonrisa, ¿A dónde iremos ahora? Todo parece tan bizarro y no hay salidas para escapar del criminal. Te quema la piel, te clava con su mirada diez mil estacas y en las muñecas espinas sin siquiera rosas que las sujeten... ideas fijas, estrechez de pensamiento. Luego de todo esto, ¿Puedo seguir reclamando una inocencia? A base de hipocresía podría, pero quizás no sea como tú en aquel aspecto de las faltas humanas y las falacias.
¿Podría entonces decir que soy inocente?
Fuimos víctimas de un crímen, ¿Cuántas veces no fuimos juzgados? Ataron nuestras espaldas y esposaron nuestras manos. Sonrieron cuando pensamos que teníamos oportunidad de ser felices y pisaron nuestras manos cuando nos agachamos para recoger lo que dejamos caer.
¿Podrías entonces decir que eres inocente?
Cuando acabaste con la verdad y el tiempo sigue pasando, cuando extorsionaste todo lo que alguna vez consideraste veraz, cuando contradices lo que piensas y afirmas lo que no sientes con dolor. Cuando me miras a los ojos y te das cuenta de que se cierran, cuando me miras las muñecas y te das cuenta de que aún estoy esposada, cuando me miras las mejillas y ves los surcos de sangre. El tipo de sangre que no sale de las sábanas, el tipo de sangre que el detergente no se lleva.
¿Podríamos entonces decir que somos inocentes, aun estando juntos en esto? Nadie le había advertido antes al criminal que mi sangre era cálida y dulce. Finalmente, fui yo quién comenzó a pasearse por delante sin pensar en fantasmas y en muertos vivientes.

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